lunes, 24 de noviembre de 2008

"Lo que se hace se paga, dicen los viejos"

Otras frases memorables son: "El mundo da tantas vueltas..." o la inmortal y devota: "Dios tarda, pero no olvida..." Supongo que alguna de estas frases puede aplicarse conmigo. Creo haber sido alguien muy malo y seguir siéndolo; y por eso estoy pagando todo el daño que he causado.

Camila me dijo que la espere en el SISE de la arequipa, que está más cerca del paradero en donde la deja el carro y porque prefiere no caminar hasta el canal cinco. Yo acepto encantado. Sus condiciones, sus órdenes, las acato y las cumplo, presa de la más deliciosa de las sumisiones. Y qué mejor sumisión es la que te da el simple hecho de estar enamorado.

Llego unos minutos antes de la hora pactada y me quedo esperándola, apoyado en un poste, observando el panorama: el atardecer un poco gris, las adolescentes del saco oliveros, las combis que no parecen ir por la pista sino por el aire. Pero me siento raro, no triste ni mal, pero sí bien raro. De repente es esa huevadita que relampaguea en el estómago, que nos hace estremecer, y que lentamente sube hasta la garganta, y se convierte en una tenaza, que no te deja respirar, que sólo te exige llorar, gritar, golpear, a la cual, la vida y los diccionarios han terminado por llamar: angustia.

Pienso que es el trabajo, posiblemente cuando mi contrato se termine ya no me lo renueven. Pienso que es mi futuro bastante incierto, no quisiera quedarme de grifero toda la vida, pero no hago nada por evitar esa condena. Pienso que es la banda, no ensayamos hace mucho y me he olvidado de la mayoría de acordes. Pienso que es mi familia, mi mamá sigue enferma, y lo que aporto en casa no ayuda mucho. Pienso, pienso, yo pienso en tí.

Y en eso de pensar estoy, cuando se me acerca un sujeto mal vestido (llevaba camisa y pantalón de vestir, y para mí eso es estar mal vestido, aunque indudablemente para la crítica complaciente, aquel hombre estaría mil veces mejor vestido que yo), con unos papeles y folletos bajo el brazo. Me preguntó si estudiaba o si quería estudiar, y le respondí que no estudiaba pero que sí quería estudiar. Me preguntó si SISE (ya se había identificado como trabajador de aquel instituto) me parecía una buena opción para seguir mi preparación profesional, y le respondí que sí (no debí responderle tal cosa, a decir verdad no le debí responder nada). Me preguntó si estaba trabajando y le respondí que sí, que era grifero (todas mis respuestas eran sí, seguro que si me preguntaba si quería acostarme con él, le respondía que sí). "Nosotros buscamos jóvenes no tan jóvenes como usted, jóven. Con ganas de progresar, de crecer como persona y hacer el bien por este país". Cuando me soltó ese floro, quise reirme, pero me contuve: no sé a qué se refería con eso de jóvenes no tan jóvenes como este jóven. Yo no quiero progresar, yo sólo quiero ganar más dinero en menos tiempo. Yo no quiero crecer como persona, estoy tranquilo con mi humilde metro setenta; y tampoco quiero hacer el bien por este país ni por ningún otro.

Quise hacerme el desentendido, pues ya sabía lo que pasaría si le seguía la corriente, y en efecto pasó. Me invitó muy cordialmente a llenar unos formularios de inscripción y me negué. Luego me pidió por favor que lo acompañara, y me seguí negando. Le expliqué sin más remedio que no buscaba centro de estudios, sino que estaba apoyado en ese poste porque mi enamorada llegaría en cualquier momento y habíamos quedado en encontranos en ese sitio. Se decepcionó profundamente, eso me pareció y me tocó el hombro. "Mira hermanito, sólo necesito que entres, llenes las fórmulas, le digas a la señorita que quieres estudiar en diciembre y a mí me dan un punto. Nada más. No seas malito, flaco. Tu enamorada no se irá. No te demoraré mas de un minuto..." Me conmovió ese floro. Si los jaladores fuesen así de sinceros, las cosas serían más simples para ellos y para nosotros. Acepté, pero le repuse: "Pero no me demores porque no la quiero hacer esperar..." Me sonrió y entramos.

Me recibió una señorita llena de rubor y colorete, con ojos grandes y voz ronca. Me preguntó en qué carrera deseaba apuntarme y le respondía que administración. El suejto nos acompañaba. Con respecto al inicio de clases le respondí que diciembre era el ideal. Miré hacia la arequipa y Camila ya me estaba esperando. Me impacienté. Los tres cruzamos las miradas, y traté de disimular. La señorita hizo unos circulos sobre un folleto azul, y miró fijamente al sujeto, quién al instante se escabulló por el lugar. Yo volví a mirar a Camila, bajita y tímida, mirando la avenida. En eso la señorita me miró fijamente y sin titubear me preguntó si estaba interesado realmente en la carrera. No le pude mentir. De mi respuesta dependía hacer esperar a la chica que adoro o soplarme un trámite aburrido del cual yo no obtendría beneficio alguno. "La verdad señorita, es que yo sólo estoy esperando a mi enamorada..." No le dije más, porque me despidió al instante y disfruté mucho de que lo hiciera.

Soporté 8 horas despachando combustible, haciendo mierda mis pulmones, y verla era lo único que anhelaba. No podía perderme un instante más, y peor aún teniéndola tan cerca.

No sé como le habrá ido a aquel sujeto ni que le habrán dicho. Pero a mí me fue mal. Camila se marchó y aunque ya me duele menos, me siento vacío, la extraño.

Pero de algo si quedé convencido. No la haría esperar nunca. En cambio yo, esperaría todo lo que ella me ordene que la espere. Sentado o parado de cabeza.

Creo que estudiaré en SISE.

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