jueves, 21 de agosto de 2008

"Gente que muere"

En enero, dos días despues de haber celebrado el año nuevo, Soledad Rojas murió en el jardín de su casa. Murió entre serpentinas y gorritos amarillos. Frente a las cenizas de lo que fue una gran fogata 40 horas antes. En las mesas todavía quedaban colillas de cigarros, botellas de champagne, cerveza, vino, whisky y otros licores, platos con restos de comida, posiblemente pavo, posiblemente cerdo, posiblemente pollo, posiblemente, posiblemente... El ambiente seguía oliendo a pólvora, a cuete, a bienvenida y agitación. Dicen que se había levantado con ganas de limpiar la casa, pues entre otras virtudes era una mujer pulcra y ordenada. "Durmió mucho, toda la tarde, no se levantó ni para comer...", contó su hija a los vecinos, amigos y sapazos del barrio. "¿Y durante la noche de año nuevo, se sintió bien?", preguntó alguien. "Sí, por supuesto. Todavía bailó con mi papá. Hace mucho que no bailaban". La noche de año nuevo había sido una noche llena de júbilo, excesos y felicidad (como suelen ser las fiestas de año nuevo). Soledad se había vestido con sencillez, pero eso no evitaba que destilara elegancia y presencia. Bailó mucho, con la música de el grupo niche, Victor Manuel, Gilberto Santa Rosa. Hata bailó un poco de reggaeton con su hijo menor. Todos sonreían... Pero ya no es año nuevo, y Soledad ya no baila. Ahora es como la mancha plomiza en el centro de su jardín. Ya no se le ve elegante. Claro, hace un rato estaba peor. Su hija entró a su casa, cogió un montón de periódicos, salió nuevamente al patio y la cubrió por completo. La velarán en la parroquia, era muy devota. Luego la enterrarán.

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