lunes, 26 de enero de 2009

"Qué chico tan bueno"

Yo soy un chico bueno. He querido ser de los malos, pero no lo he conseguido. Eso es lo que me tiene tan mal. Y no es que me haga el buena gente, el bondadoso, el noble. Claro que de cuando en cuando miento, pero lo de buena gente me sale natural.


Teníamos que tocar en San Juan de Miraflores, pues "Mariátegui" siempre nos invita y no queríamos quedar mal. Yo no tenía ganas de ir, pues ese día como nunca hasta tocar me llegaba al pincho (y tocar es lo que me pone el ánimo elevadísimo). Me aparecí como a las 7 y 15 con mi gorra hacia atrás. Ya estaban en la esquina del grifo: el mostro, EmoB y "banderanegra" (el misterio de la trinchera chuzka). Los saludé como siempre, sin ganas. Me puse más allá, tratando de recordar las notas de cada una de las canciones. Al rato, "banderanegra" proponía no ir, al mismo tiempo que el mostro contestaba el celular. A mí me daba igual ir o quedarme. El mostro hablaba con una chica llamada lira, con quien horas más tarde terminaría cachando en un telo de mala muerte aquí en el rimac. Con filmación incluida. La amante de David se aparecería minutos después con Silvana, su amiga, la chica por la que cometi la estupidez más grande que he cometido después de tirar con putas en chongos del centro y meterme cocaína a los 14 años. Silvana, llevaba anteojos y olía bien rico, pero mi naturaleza misógina hacía que la ignorara con educación. La chibola(16 años por estos lares) me gustó y por un rato pensé que podría hacerle el habla sin restricciones, pero ya no soy como antes, y sigo enamorado de Camila. G lo sabe se lo conté en unos correos electrónicos. En fin, no es el tema.


EmoB y yo nos fuimos a comprar cigarrillos y dejamos a los 4 en la esquina del grifo. Regresando vimos que ya estaba curly en el lugar. El cabezón idiota Bito no iría pues se supo que estaba enfermo. Debatíamos qué hacer, ir o quedarnos. Decidimos ir. Preguntábamos como ir, por evitamiento o en la "D". Yo voté por evitamiento, todos votamos por evitamiento. Creo que curly no. Se comprende, se droga para sentarse frente a una computadora.


Subimos a un ómnibus que nos dejó en virú. Caminamos entre puestos de caldo de mote, juguetes, correas, música de toribio carambola y los cristales y estrellita del colca, bajo el puente santa rosa. Cruzamos el otro puente, ese risitos de oro, o rayitos de sol. Ya abajo nos mezclamos con el pueblo, bucando la combi que nos llevaría esa noche al lugar del concierto, que se podría llamar el lugar de mi tragicomedia de sábado por la noche. Encontramos una combi chiquitita con luz de neón azul, que sugería una muerte lenta con una jeringa en el kuello o una violación llena de golpes, desgarros y gritos de suplicio. Me senté atrás del cobrador, que iba parado y saqué la cabeza por la ventana, por un rato pensé que podía morir decapitado.


Fue una travesía de duración prolongada. Divertida. Llegamos al lugar del concierto, y nos encontramos con un pata que tenia un estampado en el polo que rezaba así: "Se necesita ninfómana de buena presencia. Razón aquí." Me dio risa su polo. Fue lo más literario de la noche. El pata nos dijo que el concierto se había cambiado y que era unas cuadras más arriba, en un local del APRA. Le dijimos para ir con él, y dijo que sí, normalazo chuzkos. Esperamos un rato a que llegara el guitarrista de su banda. Cuando se apareció nos quitamos. El lugar estaba vacío, éramos los únicos que habían llegado. Habían instalado la batería y el bajo. Hicimos una breve prueba de sonido. Me aburri y me puse a fumar.


Con el pasar de los minutos hicimos una chancha para comprar unas botellas de trago (pisco con kanú), y como no había vaso, todos tomamos de pico, la amante de david y su amiga también. A pesar de que augurábamos un fracaso total para ese concierto, nosotros nos divertíamos. Yo hacía mi chiste del angelito y el demonio con el doctor. Las chicas hablaban de sexo, besos seductores, el zodíaco y un montón de cosas de las que no me acuerdo. Cuando todo iba alegrón, Silvana empezó a decir que tenía que irse porque su mamá la estaba llamando. No me importó, más trago para mí. Y en ese momento el mostro se me acercó y me dio la putrefacta noticia. Oe, dice lira que su amiga quiere algo contigo, pero que le hagas el habla, o sea que tú mismo eres. Dudé unos segundos. No soy de agarres ni de caches furtivos (antes sólo con prostitutas). Se me revolvió el estómago. Me empilé un poco, sin muchas ganas. Un nombre, el único que me importa y me gusta escuchar sonaba en mi cabeza: Camila. Pero Camila no me quiere, y yo la adoro en la distancia que la vida nos ha impuesto. Distancia que respeto demasiado. Valía la pena divertirme un rato, pasarla bien, me lo merecía. Le entablé conversación a Silvana con una facilidad que no conocía en mí. Siempre he sido torpe para hablar con mujeres, y en grupo suponía que era peor. Si supieran que tengo que emborracharme para decirle a Camila que la amo. Pero resultó no ser tan difícil. Claro que la chica seguía diciendo que tenía que irse, ah verdad, no era del rímac sino de jesús maría, y su mamá seguía timbrandole al celular con una insistencia comprensible pero que ya aburría.

Como ya me había dado el trabajo de hablarle a la chica, me ofreci, como el caballero que soy a acompañarla al paradero y embarcarla. Todo bacán. Aplausos y grititos de "bien, eLio". Mis amigos son la cagada. Me sentía un ganador. Cuando finalmente Silvana dijo me voy, y no había manera de hacerla ceder, tomé un trago como para incendiarme las entrañas y le dije vamos, vamos. Y salimos juntitos. Camino al paradero le pregunté qué hacía una chica de su edad en ese lugar. Me respondió que lira, le había dicho acompáñame y cuando se dio cuenta ya estaba en San Juan de Miraflores. "¿Dónde tomo el carro?", "Aquí o si quieres más allá..." De pronto le suena el celular y la chica estalla en un grito de desesperación, angustia y terror. "Mamá, no sé qué ha pasado... el carro se está yendo por otro lado... mamá..." En ese momento no atiné a nada, sus gritos en medio de la calle estuvieron a punto de hacerme orinar. Cuando recobré la noción de las cosas cometi la estupidez. "Maestro, buenas. ¿Cuánto me cobra hasta el campo de marte?", "Quince luquitas, sobrino..." responde el taxista en medio de una reflexión sobre como llegar y en cuanto tiempo. Sube, le dije a La chica. Creo que con pagarle la carrera hubiese sido suficiente, pero yo también me subi. No sé porqué ni para qué pero allí estaba, sentado y falsamente felíz. "Jefe, un favor. Lo más rápido que pueda..." Y el concierto, los chuzkos, el trago, mis ansias de tocar el bajo se quedaron botados en San Juan de Miraflores. No debi subir. No debi escuchar al mostro. No debi dejarme llevar por el aroma de Silvana. Pero ya era demasiado tarde. Demasiado. La oscuridad del sábado hacía que tuviese ganas de tirarme en la vía expresa y regresar al concierto. La chica iba abrazada a mí. Le había salvado la vida, era lo menos que podía hacer. ¿Dónde conseguiría a otro huevón que siendo un completo extraño sea capaz de pagarle el taxi y cuidarla todo el camino hasta su casa? Si necesitan ese servicio deben buscar a eLio eZkeLetor, bajista de los chuzkos, flaco, de piel morena, y que siempre lleva una gorra hacia atrás como Daniel F.

Para alivianar las cosas un poco le hice conversación. No a la chica sino al taxista. Hablamos de la rebaja de los precios en combustibles, de las cuentas, de su carro alquilado, del dueño que quería darselo en compra-venta a 35 soles diarios durante 2 años (como es la gente de estafadora), de que la asociación de grifos quiere desaparecer la gasolina de 84. A ella le dije unas cuántas cosas. No me acuerdo qué le dije. Sería estúpido recordarlo. No vale la pena. El carro bajo por 28, ella le señaló una calle por donde debía doblar y el señor nos dejó en una esquina penumbrosa. Bajamos, le pagué, le agradeci y le dije: "suerte..." Si no era yo, aunque sea el taxista debía tener suerte esa noche.

Silvana me miró y fingiendo precocupación me preguntó cómo haría para irme. "Camino hasta 28 y ahí chapo una combi hasta el lugar donde nos conocimos...", "Bueno, cuidate ¿ya?", "No te preocupes..." Acercó su boca a la mía y me dio un piquito que hubiese preferido no recibir. Extrañé los besos de Camila. Esos besitos que se convertían en carnicerías. Me mordía feo.

Se alejó corriendo porque su viejo ahora era quien la llamaba. Yo prendi un cigarrillo y caminé hasta 28. Antes de llegar me bajé el cierre y me puse a mear con dignidad atrás de un puesto de periódicos. Era otro sábado aburrido. Era otro momento para reflexionar. Y qué más da si la vida no me quiere dar oportunidades y la gente casi nunca me desea buena suerte.

sábado, 17 de enero de 2009

"Suicidate para que le escribas una carta despues de muerto" (lo que sigue)

Entonces me hice el tatuaje. Aún me pone nervioso recordar el sonidito de mierda que salía del aparatito del carajo ese. Gemí, hice gestos de dolor, se me cayeron algunas lágrimas. Me dolió bastante, pero fue excitante. Hasta que el tatuador me contó algo un poco escabroso. El y la chica que "amo" cuando estoy borracho y quiero amar cuando estoy sobrio, unos días después de que nuestra relación acabó, se encontraron y tuvieron un coito felíz. Me señaló un mueble, hizo algunas muecas como saboreándose y yo me quedé flotando, y aquella confesión me dolió más que el tatuaje. Pero recordé que todavía me queda algo de dignidad. Cerré los ojos, diciéndole, y a mí qué chucha...

Han pasado algunos días, la costra se me cayó y el tatuaje luce un poco despintado.

El lunes tengo que ir a casa del tatuador para seguir suicidándome. Hasta que consiga escibirle a ella la carta que le quiero escribir.

martes, 13 de enero de 2009

"Suicidate para que le escribas una carta despues de muerto"

Faltan algunos días para la navidad y no tengo mejor regalo para mí que un tatuaje. Faltan unos días para que termine el año, y no tengo mejor manera de acabarlo que haciéndome una herída inmortal y perpetua.

Siempre le tuve miedo al dolor físico, cuando era chibolo y recién estaba aprendiendo a montar bicicleta me caí innumerables veces y mis rodillas terminaban reventadas. Entonces llevaba mi bicicleta azul llorando y jalandola del timón hasta mi casa y esperaba a mi tío pepe que llegara, me cargara, me sentara junto al caño de la cocina y me lavara las rodillas con agua y jabón. Luego se hacía costrita y unos días después volvía al parque a montar bicicleta. Pero con mucho cuidado para no caer nuevamente ni sentir tan terribles dolores de carne abierta y sangre chorrando.

Dudé mucho antes de hacerme el tatuaje. Llegué a renunciar por un instante, pero la cobardía no siempre ha sido mi fuerte (sobre todo cuando estoy ebrio, si o no?), y a veces soy de una terquedad inquebrantable y desquisiante. Así que una tarde le pregunté a Beto cuando me tatuaba, y él como las huevas, la próxima semana, papi (maricón).

No sabía que ponerme ni en donde. Ninguna parte de mi cuerpo flaco, extremadamente flaco, puede verse atractiva con un montón de simblos atravesados y de aquello soy bastante consciente. Tuve varias conversaciones con la luna y esa estrella abandonada que sólo yo veo porque se parece a mí, y un par de monólogos frente al espejo antes de decidir que el lugar "indicado" de mi cuerpo para tatuar eran mis brazos.

Mis brazos y únicamente mis brazos. Ninguna otra parte de mi enclenque anatomía podría ser adornada. Ahora faltaba el diseño. Casi nunca se que hacer y menos con un tatuaje de por medio, pero de algo estaba seguro, tenían que ser letras (aparte, no sentía que mi tatuador estuviese calificado para hacerme un dibujo complicado), letras y nada más que letras. ¿Ahora qué letras? Pensé en el nombre de mi mamá. Pero ella no quería saber nada de mi tatuaje así que tuve que renunciar inmediatamente. Pensé en el nombre de mi última enamorada, a la cual llamé borracho semanas antes y le dije: "te amo". Pero ella no me ama, así que descarté también esa posibilidad. Pensé en el nombre de mi mejor amigo. Pero me debe dinero, estamos distanciados y se vería extremadamente rosquete. Como última posibilidad me quedaba ponerme "los chuzkos", el nombre de mi banda. Pero es demasiado honor para quienes no lo merecen. Y se me ocurrió de pronto. Las letras llegaron como llega la gente que uno no espera, pero que te hace muy felíz ver. Las iniciales de mi banda preferida. "Los Muertos de Cristo". Y entonces le dije a Beto que me tatuaría las letras "L M C" y que fuese buscando un formato elegante para inmortalizar a los músicos de Anda Lucía en mi brazo izquierdo.

Era 21 de diciembre y busqué a toby para que me hiciera la taba a la casa del tatuador.

Fueron las 3 horas más dolorosas de toda mi vida (pero creo haber sentido peores dolores, aunque no los recuerdo). Había comenzado el suicidio.

(Falta un poco... no desesperen. Ya terminaré el relato)