miércoles, 16 de septiembre de 2009

"Papito, papito"

El problema de alcoholismo de mi padre no pudo ser el secreto que todos querían que fuese. Quisieron ocultarlo, pero no lo consiguieron. Sus padres, sus hermanos y sus mujeres, intentaron ayudar en su momento, pero él se los impidió. Es o fue un hombre inteligente. Tuvo estudios universitarios, buenos empleos y dos mujeres que lo amaron mucho y sin embargo, lo mando todo al diablo por el alcohol. Yo no lo extraño, nunca lo eche de menos, pero creo que en su momento lo necesité. Aunque se perdió y no estuvo, no me da pena decirlo, pero debido a los mensajes de texto que me ha enviado mi hermana, debo entender que no estará nunca más ni siquiera en la esperanza de volverlo a ver.

Si la memoria no me falla, él se fue de la casa cuando yo tenía 4 años. No supe nada de él hasta 1997, cuando una hermana suya, llegaba a mi casa cada fin de mes con un sobre de dinero para entregarselo a mi mamá. Hubiese sido algo decoroso que ese dinero nos lo hubiese entregado de buena gana, pero todo era producto de un largo juicio de alimentos que duró 3 años. Esas épocas las recuerdo con cierto pavor. Mi mamá llevándome de la mano por los pasadizos del Palacio de Injusticia. Mi mamá corriendo donde el abogado en la Plaza San Martín que no sé cuanto billete consiguió sacarle. Mis tíos que me cuidaron siempre, diciéndome que cuando sea grande no me acerque a ese hombre que no me quiere, y huele a licor. Mi mamá y la hermana de mi padre solían sentarse en la sala para hablar del "problema". A veces reían como si fuesen amigas, y a veces simplemente eran dos mujeres con muchos dolores de cabeza. Un fin de mes la hermana de mi padre llegó con un regalo para mí. Eran unas enciclopedias Larousse que salieron en colección ese año. Dijo que Néstor (mi viejo) me las enviaba, pues quería que estudiara mucho y fuese el mejor en el colegio. Me trajo 6 enciclopedias de las 12 que eran. Una vez más no cumplió con lo que quería. La hermana de Néstor no vino un fin de mes. Cuando regresó al mes siguiente le dio un sobre a mi mamá, advirtiéndole que sería el último, pues su hermano se encontraba nuevamente sin empleo. Sin decir más se fue. No volvió. No importa.

Cuando yo cursaba la primaria mi mamá me recogía del colegio a las 6 de la tarde. Me compraba algún caprichito que le pedía y nos íbamos a la parroquia para escuchar misa (ella era quien escuchaba la misa, porque yo me la pasaba jugando en la banca de madera con mi juguetes. Desde chibolo ya estaba con esto del ateísmo). Ahora que ya soy mayor y no voy a la iglesia, mi mamá me cuenta que todas esas tardes en la parroquia le servían para escondernos de mi viejo que nos seguía siempre sin acercarse. Dice que siempre me esperaba a la salida del colegio. Me cuenta con cierto brillo en los ojos que le asustaba la idea de no llegar a tiempo una de esas tardes y que mi padre me llevara con él. Me imagino en esa situación y le digo que ni a balas me hubiese podido llevar por lo jodido que era (y sigo siendo) de chibolo. Yo jamás vi a mi papá siguiéndonos como dice mi mamá, pero si recuerdo que una tarde ellos estaban juntos esperándome a la salida del colegio. Incluso me compro algunas cosas. Después de esa tarde no los volvi a ver juntos. Fue, de repente, una despedida. Pasaron los años. Fui creciendo. Mi memoria dejó de ser nieblas. Yo iba en 4to de primaria, y en mi salón estaba una prima mía que vivía con mi viejo. La profesora nos había mandado como trabajo escribir una carta y yo no tuve mejor idea que escribirle una a mi papá. Se la mandé con Jenny, mi prima. En mi carta le decía muchas cosas tontas pero sinceras que dicen los niños. Le informaba que ya estaba en cuarto de primaria y que sus enciclopedias me habían gustado mucho (claro que no las había leído. Ni siquiera las había destapado). Le hablaba de la familia de mi mamá y del perro que habíamos adoptado recientemente, pues "Very" el perro que él conoció había muerto meses atrás, enfermo de distemper. Finalmente le había dicho que lo extrañaba y que deseaba verlo. Supongo que no falto un "te quiero" inspirador. Mi carta dio frutos. Jenny se la había entregado. Mi papá se puso felíz al leerla. Dos días después de escribir mi carta, estuvimos sentados en mi sala conversando, sentados en muebles separados. Vino como a las 8 y se fue a las 10. Su visita fue breve. Han pasado 11 años. No he vuelto a verlo.

A mis hermanos los conocí hace más de 2 años, un domingo de febrero. No supe qué decirles y ellos tampoco supieron qué decirme (bueno, mi hermana si supo qué decirme, mas no qué esperar de mí). Con mi hermana tengo más comunicación que con mi hermano. De ella sé muchas cosas (me enteré de la mayoría en mi último cumpleaños), y de él sólo que es de Alianza Lima. Sospecho que por esa razón no podremos querernos como se quieren los hermanos, pues yo soy de la "U". La historia de ellos es diferente a la mía, pues mi papá si vivió con ellos, y me imagino que tienen más recuerdos con él de los que yo puedo tener o imaginar. Pero no por eso es una historia más felíz. No debo contarla porque no me pertenece. Ni siquiera forme parte de ella. Me contaron que no tenían noticias de nuestro padre desde mucho tiempo atrás. Sólo sabían que estaba en el centro Victoria recuperándose de su adicción. Vendiendo caramelos en los ómnibus, entregando folletos, contando su trágica historia.

Mi hermana me envió una abalancha de mensajes de texto anoche. Primero me decía que mañana jueves era el cumpleaños de su abuela (la mamá de nuestro padre) y me preguntaba si yo quería ir. Ella conoce mi respuesta y sin embargo me invitó. Me dijo que sería bueno que conozca la otra parte de la historia. Esas palabras no me gustaron. Yo no tengo que conocer nada. Siento que no debo conocer nada. Esa gente no es mi familia. Nunca lo sentí así. Mi única familia es mi mamá, los que con ella tienen parentesco, y mis hermanos. Después me volvió a mensajear. Sus textos tenían algo de angustia, dolor y cólera. Ya no me decía nada sobre el cumpleaños de su abuela sino que hablaba de nuestro papá. Tal parece que el Centro Victoria no le sirvió de nada, pues recayó, pero ahora sí no hay marcha atrás. No sólo su problema de alcoholismo lo está terminando por destruir, ahora es una tuberculosis severa. Mi hermana me dice que debo prepararme para lo peor. Yo pregunto: ¿Lo peor para mí o para él? Si ese hombre muere yo no sabría qué hacer. ¿Acercarme al funeral?, ¿Quebrarme y sentir que siempre lo extrañé?, ¿Fingir como un actor de televisa? Yo no le guardo ningún rencor. Siento que no tengo nada que perdonarle. El no me hizo nada. Jamás hizo algo por mí. No le respondo a mi hermana. El silencio es un gran aliado, y el crédito del celular en cero, también.

Se podría decir que soy lo poco que soy gracias a mí. Conozco lo que debo conocer. Sé lo suficiente como para que no me agarren de idiota. Si algo tengo que solucionar no me mareo, tan sólo me doy un minuto para meditar o golpear. Como diría Tony Montana: "Lo único que tengo en este mundo son mis huevos y mi palabra, y esta no la rompo por nada". Sólo tengo condición de hombre, señores. Más allá de todo soy un hombre. Algo abollado pero hombre al fin y al cabo. Esto sonará a resentimiento, pero es la verdad. Yo me hice solo. Me ayudaron mi vieja, mis amigos, mi hermana, mi familia (o sea la de mi mamá) y los chibolos que veo siempre esforzándose para conseguir cualquier cosa por insignificante que sea o parezca. Miento, señores. Algo más también me ha mantenido firme y me ayuda siempre. La tierna esperanza de que un domingo por la tarde esté descansando en la cama al lado de una figura femenina y entre un andador al dormitorio, y la personita que lo arrastra me extienda los brazos para que lo cargue, mientras se sonroja y me dice: "papito, papito..."

martes, 15 de septiembre de 2009

"Dos hombres pelean"

Yo soy de los que están en un lugar cuando nadie lo necesita o de los que regresan así nadie lo extrañe. Soy como ese bolso que lleva la señorita en la combi, y mientras mira por la ventana se abre de pronto y deja caer las toallas higiénicas. Pero uno cuando regresa a cualquier sitio es por algo en especial, así como los enamorados regresan o los empleadores te renuevan el contrato. Porque hay necesidad de volver, porque no te sientes bien en el lugar que tienes, porque no debiste abandonar ni mudarte ni terminar con todo aquello que tenías o porque siemplemente no hay personal en tu chamba. Todo está sujeto de un hilo. El blog es para mí un canal por el cual mis tensiones, angustias y frustraciones se deslizan. El escribir es un arma terriblemente poderosa y placentera, de la cual tengo suerte de contar con un arsenal no inmenso, pero si amplio. Y como dije al principio, he regresado para contar.

Me estaba ganando la vida en el grifo, tanquenado un camión de Defensa Civil, cuando por la calle 21 pasaron dos carros juntitos, cuyos conductores se insultabana través de las ventanillas. Un toyota corona azul, contra un volkswagen, cuyo modelo no recuerdo con exactitud, pero era modernazo, brillaba y tenía lunas polarizadas. Cuando doblaron en la primera cuadra el volkswagen cerro al toyota y este casi se lleva un puesto de periódicos. El dueño del toyota, enfurecido con la maniobra del otro cnductor, acelero todo lo que pudo y le metió una cerrada espectacular, así tipo película de steven seagal. Puso primera y la pico. Antes del Ministerio, el volkswagen lo alcanzó, haciendo sonar las llantas como dos chicas arrechas. Volvió a cerrarlo y el toyota no se quedó quieto si no que lo choco, abollándole toda la parte de atrás.

El conductor del volkswagen era un gordo, moreno de 2 metros, vestido con camisa blnca y corbata azul. Cuando sintió el golpe del otro auto, bajo remangandose la camisa, retando al otro hombre, insultando a su madre y agitando los puños con frenesí. El dueño del toyota era alto pero no grande. Vestía como para ir a comprar pan y no aparentaba ser violento. El gordo fue kien lanzó el primer ataque, fallando en su intento. La contraparte hizo lo suyo, cumpliendo con su objetivo. Un pollo al aire, algunas fintas. Una patada que arruinó la camisa blanca. Por último se abrazaron como para asfixiarse y morir juntos. Intervino un policía que estaba resguardando el ministerio y dos hombres que bajaron de sus carros. Después de mucho esforzarse consiguieron separarlos.

El gordo con su cara reventada quiso seguir la pelea pero no pudo... Siento un claxón, lugo el grito de: "Flaco, atiendes??" Volteo y me encuentro con una fila de carros en mi isla. Tengo que regresar a mi trabajo. Me pasé de sapo. Pienso en regresar esta tarde al blog.